lunes, 17 de diciembre de 2012

Artista, artesano, científico

Un tema que desde siempre me ha resultado apasionante es la evolución del conocimiento. La forma en que el hombre fue aprendiendo a través del tiempo. Este conocimiento adquirido a través de los años debe hacerse presente en nuestra vida cotidiana. Alguien debe conjurar todo aquello que sabe y conoce para dar lugar a una creación que nos aporte algo. Esta suerte de hechiceros son, según mi parecer, los artistas, los artesanos y los científicos.
En este texto quisiera exponer algo que creo que el sentido común desconoce: el trabajo conjunto que realizan estos tres actores. También quisiera hacer una aclaración: cuando hablo de científicos no me refiero solamente a las ciencias duras como puede ser la matemática o la física; sino también a las ciencias políticas, sociales, económicas, etc. Si bien mis ejemplos pueden estar más asociados a ciencias duras porque son las que mejor conozco.
En la sociedad se ha desperdigado la idea de que el arte y la ciencia son prácticamente antónimos. Tal vez sea una consecuencia de los estereotipos que se asignan a un artista y un científico. El primero: una persona sensible, soñadora, desestructurada. El segundo: práctico, realista y metódico.
Pues bien, permítanme comentarles algo: no hay forma de escribir una canción si uno no se plantea un método para hacerlo. No hay manera de escribir un libro, si no se sigue una determinada estructura. Y por muy soñador que uno sea, las esculturas se hacen con dos elementos furiosamente concretos: masa y cincel. Sirvan estos ejemplos para demostrar que el artista no carece de las aptitudes que suelen ser asociadas con los hombres de ciencia.
De la misma manera se puede decir que si un científico no se desestructura, jamás encontrará una nueva teoría, ni podrá refutar una teoría anterior. Si no se permite soñar, no podrá idear invenciones originales. Y finalmente, si no utiliza su sensibilidad no podrá crear cosas que sirvan a la humanidad.
Si bien está claro que se requieren aptitudes diferentes para ser artista o científico, también es claro que hay ciertas aptitudes que están más asociadas al proceso creativo que al objetivo de tal proceso. Dicho de otra forma: hay aptitudes propias de la creación, que se utilizan tanto para crear arte como para crear ciencia. Este es el primer punto que une a artistas y científicos.
Puede que a esta altura se estén preguntando qué pasa con los artesanos. Solo a modo de aviso les comento que entrarán en este texto recién al final, una vez que hayamos definido el papel que juegan nuestros dos primeros actores.
Veamos entonces de qué forma interactúa el arte y la ciencia. Para esto voy a proponer la siguiente idea: el arte es como una linterna que ilumina lugares oscuros del conocimiento. El artista utiliza su sensibilidad y su intuición para detectar conocimientos que aún no fueron alcanzados por la ciencia. Al artista poco le importa asociar este conocimiento que intuye con toda la parafernalia propia de las divulgaciones científicas. Por eso, sin detenerse a pensar en el por qué o el cómo, genera una obra inspirada por este nuevo conocimiento. De esta manera va dejando pistas a la ciencia, para que la ciencia sepa hacia donde dirigir sus esfuerzos y pueda hacer pie en las pequeñas luces que el artista va poniendo.
El buen científico toma del arte el entorno que necesita para desarrollar su creación. Así como el artista se inspira en el conocimiento que intuye, el científico se inspira en la obra del artista. Formando una cadena virtuosa que da como resultado un nuevo descubrimiento o una nueva teoría o un nuevo invento que nos sirve para mejorar.
Voy a dar algunos ejemplos.
Uno muy claro se encuentra en la literatura de Julio Verne. Verne fue capaz de imaginar artefactos que aún no existían, sin lugar a dudas los dos más sorprendentes son el submarino y el módulo lunar.
Hay un tango que interpretaba Julio Sosa que se llama "Levanta la frente" donde habla de una mujer que quedó embarazada estando soltera. Esto decádas atrás era una enorme vergüenza. Sin embargo el autor de esta letra iluminó de alguna manera un conocimiento que poco a poco fue adoptado por la sociedad: no es ninguna vergüenza ser madre soltera. Este conocimiento pasó del arte a la ciencia y de la ciencia a la sociedad.
Un ejemplo más abstracto se puede ver en la necesidad de la existencia de la pintura o la arquitectura para transformarse en la razón de ser de la geometría.
Otra simbiosis ciencia-arte está presente cuando los abogados o incluso los jueces basan sus opiniones en cuestiones que se ven en una película.
Creo que el punto al que quiero llegar está alcanzado. Ahora me han quedado en el tintero los artesanos. Veo a los artesanos como un punto de unión, un eslabón central entre la ciencia y el arte. El artesano no se especializa en ninguno de los dos extremos. Conoce el arte y la ciencia como un aficionado, y es capaz de fundir este conocimiento y, de esa manera, realiza sus creaciones. Los oficios típicos de artesano serían: herrero, alfarero, albañil, cocinero, etc. Como todo eslabón del medio es necesario para mantener unida la cadena. Me declaro un poco incompetente para pensar al artesano como puedo pensar a un artista o a un científico, sin embargo, permítanme utilizar la intuición del artista y afirmar que el artesano cumple con un rol de importancia equivalente a los actores de las ciencias y las artes. Se me ocurre que su papel es el de servir como banco de prueba de todo aquello que proveen artistas y científicos.
Para culminar quisiera hacer un llamado a trabajar todos juntos por la evolución del conocimiento. A sentir que somos parte importante de esta maquinaria que hemos creado en siglos de historia. Como ya expuse en otro post, los logros tienen características sociales, somos todos juntos los que empujamos el carro de la evolución. Algunos iluminados consiguen sobresalir con ideas originales, pero estas ideas son inspiradas por el conjunto de la humanidad. Sepámosnos viajeros importanes de este viaje. Entendamos que todo lo que hacemos es trabajar en conjunto. Un poco esta es la idea de este post, demostrar que aunque dos tareas parezcan diametralmente opuestas, se unen en algún punto como las dos caras de una misma moneda.

Levanta la frente

Este tango sirve de introducción para el siguiente post. Esto de poner alguna obra de arte para introducir temas me está gustando.

Levanta la frente. No escondas la cara.
Enjuga tus lagrimas: echate a reír.
No tengas vergüenza, a tu rostro aclara:
¿por qué tanta pena? ¿por qué tal sufrir?


Ya sé que tu falta será para el mundo
escándalo, risa, placer y baldón;
mas yo soy tu hermano, y al ser juez me fundo,
según los dictados que da el corazón.

No es falta la falta que da luz a un niño:
la ley de dar frutos es la ley de la flor.
No peca quien brinda la fe del cariño,
ni es crimen el darse confiada al amor.

Malvado es el hombre que infiere la ofensa;
infame es el hombre que infiere y se va,
y deja la fuente, la flor y no piensa;
no piensa siquiera que un ser nacerá.

Acércate, hermana: no llores, no temas;
la ley de ser madre es ley natural;
las madres son diosas con santas diademas
ya cumplan o violen la norma legal.

La madre casada, la madre soltera,
son todas iguales: son una, no dos;
lo nieguen las leyes; lo niegue quien quiera,
son todas iguales delante de Dios.

¡No temas, hermana! Ya ves... te comprendo,
de nada te culpo, mi afecto te doy;
mi casa, mis brazos, mis puños te ofrendo;
del hijo que traes cual padre ya soy.

No temas, hermana; tendras mis ahorros;
tendras todo aquellos que aquí dentro ves.
Tu buena cuñada me dio dos cachorros,
de cuenta haré, hermana, que ya tengo tres.

Para completar el video en YouTube y el post relacionado que se titula "Artista, artesano, científico".

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Defensa de la muerte

"Nunca se sabe, puede suceder,
que la vida no termine nunca más."
Fragmento de
"No es dios todo lo que reluce"
del Indio Solari

  La muerte es siempre el malo de la película. Todo lo negativo está emparentado con este suceso por el cual todos vamos a pasar. Pocas cosas son tan seguras como que algún día vamos a morir. Bien, invito desde esta pequeña disertación a ver la muerte desde otra perspectiva, creo yo, más justa.
  Para eso utilizaremos, cuándo no en este blog, una artimaña matemática. Algo que se llama "demostración por el absurdo". Que se trata, simplemente, de ver qué pasaría si ocurriera lo contrario a aquello cuyo valor está en disputa. En este caso, la muerte. ¿Qué ocurriría si fuéramos inmortales? Voy a levantar la apuesta: ¿qué ocurriría si fuéramos inmortales y jóvenes por siempre? Y ahora, la voy a bajar: tengamos en cuenta que la inmortalidad estaría dada por un diseño perfecto de nuestro cuerpo, pero nadie es inmortal si le pegan un tiro en la cabeza, por ejemplo.
  Pensemos: ¿cuántos habitantes habría en el mundo? Más de los que el planeta puede aceptar. Suponiendo que hubiéramos alcanzado una suerte de civilización perfecta, llegaría el momento en que estaría terminantemente prohibido tener hijos. ¿Qué destino le espera a una humanidad que no se renueva? Mi respuesta: el tedio eterno. Para ver a qué me refiero, imaginen lo siguiente, supongamos que a partir de ahora nadie envejece, se detiene el tiempo. Bien. A los que les gusta el deporte: imagínense viendo una y otra vez una final de tenis entre Federer y Nadal. A los que les gustan las películas: imagínense viendo una y otra vez películas hechas por los mismos actores, los mismos directores, los mismos libretistas. Si uno pensara una forma de resolver esta situación llegaría a la siguiente conclusión: hay que matar personas para que puedan nacer nuevas y renovarse. Interesante, ¿no?
  Aún así, este no es el único problema de la inmortalidad. Estoy convencido que no es fácil desde un punto de vista psicológico ser inmortal. La pregunta de ¿para qué estamos en este mundo?, se multiplicaría enormemente dentro de nuestra cabeza si fuéramos inmortales: ¿para qué estamos eternamente en este mundo? Si el mundo no tiene explicación en sí mismo, ¿por qué no trascendemos? Curiosamente, la solución vuelve a ser la misma: trascender del mundo, sería morirse. Aclaro: dejo fuera de este párrafo qué hay después de la muerte. Fíjense que poco importa si lo que sigue es la nada misma, porque en ese caso, tanto seamos mortales, como inmortales, nuestro sentido desde el punto de vista del universo sería nulo. Si nada tiene sentido, ¿cuánta puede ser la diferencia entre ser mortales o inmortales? Les aseguro que muy poca. Y si existe un motivo para nuestra existencia, entonces este motivo no puede ser vagar eternamente por el universo, por una sencilla razón: la muerte existe y acá solamente estamos tejiendo hipótesis sobre la inmortalidad.
  En tercer y último lugar (por el momento) quiero decir que estoy totalmente a favor de la idea de que la muerte es el motor que mueve a este mundo. Vivimos con tanta intensidad como podemos porque sabemos que la muerte nos espera. Una demostración de esto se puede ver en el poema que antecede a este post. En "Pasatiempo", el poema de Benedetti, se deja reflejar claramente que la intensidad con la que se ve al "océano" es mayor cuanto mayor es la conciencia que tenemos de que vamos a morir. Si fuéramos inmortales, toda esta intensidad que es nuestra vida no tendría sentido. Nuestras vidas serían mucho más sosas. Nuestra más estruendosa carcajada sería apenas una mueca de risa. Nuestro llanto más profundo sería una tenue mirada perdida. El amor que nos une a las personas que queremos, sería un vago reconocimiento de igualdad. ¿Qué sentido tendría vivir siempre cerca de las mismas personas si vamos a vivir por siempre? Y, la verdad, si me dieran a elegir entre una vida corta con sensaciones intensas, y una vida eterna donde todo diera más o menos lo mismo, elegiría la vida corta. Es más, me permito imaginar que todos nosotros, compañeros en esta mortal existencia, fuimos cuestionados por nuestro dios en los siguientes términos: "¿quieres que te envíe al mundo de los inmortales o al mundo de los mortales?", y nosotros, conociendo la vida que implicaba una y otra elección dijimos con seguirdad: "envíame al mundo de los mortales". Por algo será.

Pasatiempo

Agrego este poema de Benedetti que sirve de introducción a la próxima entrada del blog.

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.

Luego cuando muchachos

los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra.

Ya cuando nos casamos

los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.

Ahora veteranos

ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

Ahora sí, los invito a completar esta lectura con mi post titulado "Defensa de la muerte".

sábado, 3 de noviembre de 2012

Simplificar para resolver

  Hoy quiero introducir una idea que se aplica en el campo de la matemática, pero que considero útil para cualquier otra cosa. Se podría reducir a la palabra "simplificar", pero estaríamos perdiendo mucho de la técnica que la matemática le impone a la simplificación.
  Lo voy a explicar con un ejemplo sencillo, que fue con el que me lo hicieron aprender a mí. Miren el siguiente gráfico:


  Procedo a explicar lo que significa este dibujo para quienes no lo saben. En el dibujo hay tres elementos bien diferenciados: una curva negra, una línea recta roja y un punto azul. Bien, la curva negra representa una función matemática. El punto azul es un punto que pertenece a la curva. Luego, la línea roja es lo que se llama la derivada de la función en el punto azul. Observen que esta derivada es también la tangente de la curva en el punto azul. Es importante notar que se puede calcular la derivada de cualquier punto de la curva negra, el resultado sería siempre similar: una línea recta tangente a la curva en el punto elegido.
  Analicemos un poco el gráfico. Lo primero que quiero que noten, es que, como la recta roja es tangente a la curva negra, entonces, ningún punto de la recta roja es compartido con la curva negra, con la única excepción del punto azul. En el gráfico puede parecer que sí, pero es porque las líneas están dibujadas con un grosor exagerado. Pero si imagináramos que vemos el punto azul con una lupa, entonces veríamos que ningún punto de la curva negra toca a ningún punto de la recta roja; excepto el punto azul.
  Sin embargo, cerca del punto azul, la curva negra y la recta roja se parecen mucho. Si bien no comparten sus puntos, sus puntos tienen una cercanía notoria. Esta cercanía comienza a desaparecer cuanto más nos alejamos del punto azul.
  Les hago una pregunta, ¿qué línea es más compleja? ¿la curva negra o la recta roja? Creo que todos responderán lo mismo: la recta roja. Una recta es una línea mucho más simple que una curva. Lo pongo de este modo: si tuviéramos un auto andando sobre una línea recta, cualquier cálculo que queramos hacer sobre su posición, velocidad o aceleración se vuelve mucho más simple que si ese mismo auto describe un trayecto curvo.
  Ahora bien, ¿de qué sirve este análisis que hicimos? Les cuento. Como bien saben siglos atrás ya existían matemáticos capaces de resolver, pongamos por ejemplo, raíces cuadradas sin la necesidad de utilizar calculadoras. Incluso resolvían logaritmos sin la ayuda de calculadoras. ¿Cómo hacían? Bien, la utilización de derivadas era una de las maneras que tenían de resolver este tipo de cuestiones.
  Cuando tenían que saber el valor de uno de los puntos de una curva, se fijaban si conocían el valor de un punto muy cercano. Si lo conocían, calculaban la derivada en ese punto, y luego, calculaban el punto real que querían conocer utilizando la recta que resultaba de la derivación. Si bien no era el punto exacto el que obtenían, obtenían un punto muy similar. Esto se podía hacer, claro está, si el punto buscado estaba cerca del punto que conocían (lo que en el gráfico está representado por el punto azul). Porque, como dijimos antes, cuanto más nos alejamos del punto conocido (azul), más diferentes son las dos líneas.
  Espero que hasta acá me estén siguiendo. Ahora viene la conclusión: ¿qué nos enseña esta técnica para resolver valores de puntos? Nos enseña que si tenemos un problema complejo, podemos intentar imaginar este mismo problema de una manera simplificada. Y tratar de resolver ese problema en este nuevo ambiente simplificado. Ese nuevo ambiente tiene la ventaja de que es más sencillo, y tal vez lo que no era evidente en el problema original, sí es evidente en el problema simplificado. Pero aquí no termina la cosa. Lo siguiente es tomar la solución que encontramos en el problema simplificado y ver si también nos sirve en el problema inicial. Este paso es similar a determinar si estamos tratando de buscar el valor de un punto cercano al punto azul, o lejano. Si la simplificación del problema nos dio un resultado que es válido en el problema original, es porque, de alguna manera la simplificación nos ofreció un problema que fue muy similar al problema original. Por el contrario, si el resultado que nos dio en el problema simplificado no es aplicable al problema original, entonces, quiere decir que la simplificación que hicimos, hizo que el problema cambiara tanto que ya no sirve analizar sobre él. Pero esto no quiere decir que no tenga solución, no, quiere decir que debemos buscar otra simplificación que tal vez sí nos sirva.
  Voy a tratar de poner un ejemplo burdo como para que se entienda mejor. Supongamos que un día de estos ahorramos un dinero y no sabemos qué hacer con él. El problema que tenemos es que hay muchísimas opciones donde gastar el dinero, y por eso no podemos encontrar una solución a en qué gastar nuestro dinero. ¿Qué podemos hacer en este caso? Simplificar. Probemos. Supongamos que no hay muchísimas cosas en donde gastar el dinero. Supongamos que solamente lo podemos gastar en una florería o en una librería. Notarán que el problema se simplificó muchísimo, antes teníamos probablemente decenas de miles de objetos en los cuales poder gastar nuestro dinero, pero ahora tenemos decenas solamente. Pero bien, puede pasar que nosotros no queramos comprar flores ni artículos de librería. Entonces, esta simplificación que hicimos, no nos sirve. Modificamos tanto el problema original que creamos un nuevo problema que casi  no tiene relación con él. Ahora bien, supongamos que a nosotros nos gusta la música y los zapatos. Entonces, en vez de simplificar el problema suponiendo que solamente podemos gastar nuestro dinero en una florería o en una librería; vamos a suponer que lo podemos gastar en una disquería o en una zapatería. Nuevamente pasamos de tener decenas de miles de opciones a tener solamente decenas. Pero ahora, además, esas decenas de opciones son de artículos que nos gustan. Es muy probable que, dentro de esos artículos podamos encontrar en qué queremos gastar nuestro dinero, y ya no hay necesidad de pensar en las decenas de miles de opciones que nos pueden ofrecer los comercios.
  Obviamente, este ejemplo es algo que hacemos automáticamente y sin pensar. Pero la próxima vez que tengan un problema de difícil solución, les aconsejo que intenten algo similar a lo que explicamos acá. Quítenle variables al problema, quítenle todo aquello que consideren superfluo o poco importante para ustedes. Encuentren una solución en este nuevo problema simplificado que crearon, y fíjense si esta solución es útil en el problema original. Si sí lo es, han resuelto un problema complejo, simplificándolo. Si no lo es, busquen de hacer otra simplificación, eliminando otras variables, para ver si encuentran una simplificación que les sea útil.
  Espero que si llegaron hasta acá, se estén haciendo la misma pregunta con la que tituló Paenza su último libro: ¿cómo, esto también es matemática?

miércoles, 31 de octubre de 2012

Destino

"Los días que vienen
y los transcurridos
viven en un libro, vidalitá,
que no es sucesivo,
donde aún es pasado, vidalitá,
y el futuro ha sido."
Fragmento de "Vidalita del camino"
de Alejandro Dolina

  Una biblioteca es el lugar más surrealista que existe en cualquier hogar. Por pequeña que sea, en las bibliotecas siempre ocurren hechos extraordinarios. Uno encuentra libros que nunca vio, las posiciones de los libros cambian sin nuestra intervención. Si decidimos tomar un libro que ya leímos y volver a releerlo, notamos que cambió y que ya no es el mismo. Algunas páginas se borran, otras cambian de lugar, y algunas desaparecen por completo.
  Será por todos estos motivos que no me sorprendí al encontrar un libro nuevo en los estantes de mi biblioteca. Narraba la historia de un hombre común. Era un tópico extraño para mi gusto literario, y creo que para el gusto de cualquier lector. Nada extraordinario pasaba en las primeras hojas, sin embargo, no podía dejar de leerlo. Hasta que algo sucedió, una de las situaciones por las que pasaba el personaje me hacía recordar a mi niñez. Hasta ese momento no me había dado cuenta de la similitud en la personalidad del personaje del libro y la mía. Esto me pasaba a menudo con casi cualquier personaje que leía, pero esta vez era distinto. Continué la lectura, y nuevamente apareció un hecho que conocía a la perfección de mi propia historia. Un tanto atemorizado volví unas hojas hacia atrás y releí con más atención. El temor fue creciendo párrafo a párrafo, estaba casi seguro que estaba leyendo mi propia vida. No sabía qué hacer, era algo completamente imposible, decidí cerrar el libro y volverlo a dejar en algún estante al azar.
  En los días siguientes, cada vez que pasaba por la habitación, mis ojos hacían un repaso de la biblioteca con la esperanza de no volver a ver aquel tomo. Temía volver a acercarme y elegir algo para leer.
  Cierto día, me levanté con la convicción de que si el libro realmente contaba mi vida, entonces podía usarlo a mi favor. Aún así, intuía que lo mejor era no volver a cruzármelo. Volví entonces a la biblioteca y quise elegir al azar, pero el destino se interpuso y puso nuevamente el extraño libro en mis manos. Continué leyendo. Cada vez tenía menos dudas, el libro contaba mi vida. Incluso eventos que yo mismo había olvidado. No pude evitar pensar que cada capítulo que pasaba, más me acercaba al tiempo presente. Por un instante interrumpí la lectura para preguntarme: ¿llegaría el libro a contar toda mi vida? Dejé mi dedo índice en la página que estaba leyendo, y cerré el libro para ver qué tanto faltaba por leer. A juzgar por el resultado la respuesta era que sí, el libro contaba toda mi vida.

  Como bien saben, las cosas extraordinarias nunca ocurren en números impares. Es por eso que en aquellos tiempos en que leía el libro, ocurrió otro hecho extraordinario: caí hechizado bajo la dulce hermosura de una mujer que cruzaba diariamente en mi camino al trabajo. Entonces, supe por qué el libro había elegido ese momento para llegar a mí. Seguramente en sus páginas encontraría las instrucciones (¿o estaría mejor decir los hechos?) precisas para conquistarla. Aún así, el terror por conocer el futuro se mantenía en mi corazón, así como la dulce ansia de saber si mi camino se cruzaría con el de aquella muchacha.
  Pocos días más tarde tomé la decisión de continuar el libro hasta llegar al momento en que comenzaba a leerlo. Así lo hice, pero no pude detenerme, leí en sus páginas cómo conocí a la dama que ocupaba buena parte de mis pensamientos, leí como poco a poco fue tomando control de mis actos, y como decidió, incluso sin quererlo, que yo siguiera leyendo el libro hasta llegar al mismo día en que estaba. En ese momento, en un rapto de conciencia cerré el libro y lo deposité ruidosamente en su lugar.
  Al siguiente día, mitad para evitar la necesidad de leer el libro y mitad por mis ansias de conocerla, le dirigí la palabra cuando cruzaba frente a mí:
- Buenos días señorita.
- Buen día.
- (No pude evitar pensar que si hubiera seguido leyendo sabría exactamente qué decir). Creo que la conozco de algún lado.
- Puede ser, usted también me resulta conocido.
  El destino me sonreía, casi sin quererlo comencé a hablar con ella. Supe que su nombre era Mariel. Que vivía a pocas cuadras de mi casa. Que gustaba de la lectura, y que su biblioteca tenía las mismas costumbres extrañas que la mía. Por supuesto, no le dije una palabra del libro que estaba leyendo. Hacia el final de la charla conseguí citarla en un bar del barrio con la excusa de continuar nuestra conversación. Volví a casa con la tranquilidad de no necesitar la lectura del libro para conseguir el favor de Mariel.
  Mariel era una persona ocupada, y quedamos de vernos en el bar "La perla" en la semana siguiente. Como todo enamorado hubiera querido que el tiempo se esfumase y aparecer de repente sentado en el bar. Me pregunté qué pasaría si arrancaba las páginas de espera del libro. Pero me detuve enseguida, había conseguido la cita sin el libro, así que no era necesario volver a abrirlo.
  La semana pasó con la lentitud propia del que espera un gran acontecimiento. Cuando finalmente llegó el día comencé a sentir que mis ansias aumentaban más de lo prudente. Sabía cómo calmarlas, solo tenía que leer el libro. Pero tenía una voz interna que me lo prohibía terminantemente. Soporté como pude. Cuando aún faltaba un par de horas para irme, comencé con los preparativos propios de una cita. Creo que ese fue mi primer error. En poco más de una hora estaba listo para irme. Aún debía esperar más. Ya no pude soportar mi ansiedad, fui a la biblioteca, tomé el libro y retomé la lectura. El libro se abrió en medio de la semana de espera. Por tomar un atajo, decidí leer desde allí. Ese fue mi segundo error. Aún habiendo avanzado en la historia, el capítulo de la semana de espera era intolerablemente largo. Cargado de descripciones absurdas que hacían lento el leer. Supuse que el autor del libro quería simular lo mismo que yo había sentido: que la semana era interminable. La hora se acercaba y la narración parecía cada vez más lenta. No quise esperar más, salteé varias hojas y llegué al momento en que me encontraba caminando al bar. Leí las calles que tomaba, y me parecía una extraña forma de llegar a "La perla". Doblar por Uriburu, ver la tienda de mascotas, seguir dos cuadras, a la derecha por Rivadavia, caminar una cuadra y media más y entrar al bar. ¡¿Entrar al bar?! Pero, ¡esa no era la dirección de "La perla"! Me invadió una extraña sensación, como si un hilo delicado de finísimo cristal, se hubiera roto en pedacitos. ¿Qué pudo haber estado mal? Decidí buscar el momento en que acordamos la cita. Recordaba cada palabra de esa conversación, me fue fácil encontrarla:
"- Realmente tiene usted una charla muy interesante. Y además, es hermosa. Quisiera conocerla un poco más, ¿qué le parece si vamos a tomar un café uno de estos días?
Mariel se sonrió, y el día se iluminó un poco más.
- Sí, por supuesto, estoy libre el martes de la semana que viene. No crea que no quisiera verlo antes, pero mi trabajo... vió... me tienen esclavizada... ¡qué se le va a hacer!
- No se preocupe, el martes está bien. Conzco un bar hermoso, se llama "La perla", queda sobre Rivadavia, ¿lo conoce?"
  ¿Qué estaba sucediendo? El libro siempre había sido fiel a lo que me ocurría. Comencé a sentirme mareado. Era imposible que acordáramos ir a "La perla" y nos encotremos en "Uno". Me pregunté si el destino podía tener errores de impresión. Desesperado busqué el diálogo que se establecería en el bar, por suerte era extenso y lo crucé rápidamente. Lo que leí me tranquilizó. La conversación fluía naturalmente, como fluye entre dos almas enamoradas. Ella conocía todos los retruques a cada cosa que le decía, y yo conocía los galanteos que hacían aflorar en sus labios su bella sonrisa. La velada finalizaba con un beso conmovedor, y la promesa de una nueva cita en el próximo fin de semana.
  Por un instante pensé en llamarla y pedirle que cambiáramos de bar, pero miré el reloj y ya era tarde, salí en dirección a "La perla".
  Caminé las primeras cuadras tratando de encontrar una tienda de mascotas que me recuerde a la de la calle Uriburu. Jugué a armar con las letras de las calles que cruzaba, los mismos nombres de las calles que me llevaban al bar "Uno". Nada de esto funcionó. Me pregunté si el hecho de no seguir los pasos que indicaba el libro no cambiaría también el destino. Traté de racionalizar una respuesta pero me fue imposible. Entonces, se me ocurrió una idea. Para arrimarme mejor al futuro perfecto que había leído, solo tenía que desviarme un poco, y pasar por la entrada de "Uno", antes de dirigirme a "La perla". Solo me llevaría unos 10 minutos. Mariel lo entendería. Di media vuelta y fui a buscar a paso rápido el bar que indicaba el libro. Pasé por Uriburu, la tienda de mascotas, Rivadavia. Eso me tranquilizó. Era tarde, pero el destino ya había hablado y todo saldría bien con Mariel.
  Al llegar al bar, no pude evitar entrar. Desde la barra, un mozo me chistó. Me acerqué más por educación que por otra cosa:
- ¿Qué sucede?
- Le veo cara de perdido, ¿se encuentra bien?
- Sí, sí, de hecho ya me iba.
- ¿Ya se iba? ¿y para qué entró entonces? ¿buscaba a alguien?
  Sus palabras me petrificaron, ¿qué debía responder? No sé cómo, pero el mozo intuyó una respuesta.
- Veo que sí, ¿por qué no prueba llamar a quien busca por teléfono? tal vez se retrasó.
  Llamar por teléfono, esa idea me iluminó. Había leído en el libro que caminaba hacia el bar Uno, y eso fue lo que finalmente hice, pero no leí qué había ocurrido antes ¿habría comenzado mi camino hacia "La perla" y llevado por la lectura de mi propio futuro corregí mi camino y terminé en el bar "Uno"? El libro nunca había fallado, debía ser así, la explicación cerraba de manera perfecta. Tampoco había leído lo que ocurrió entre la llegada al bar y la conversación con Mariel. Por lo tanto, no estaba de más pensar que hablaría con un mozo que me propondría una llamada telefónica, y así contactaría a Mariel para que venga finalmente al bar "Uno". Luego se desarrollaría la conversación que leí, y la promesa de una nueva cita. Me invadió una satisfacción enorme.
  Mientras divagaba con estos pensamientos el mozo me extendió el teléfono. Noté que su meñique tenía una uña muy larga. Tomé el teléfono y marqué el número de "La perla". Al otro lado atendieron y pedí que buscaran entre las mesas a Mariel.
  Casi no puedo recordar el diálogo que tuvimos. Le pedí a Mariel que viniera al bar donde estaba. Ella me pidió motivos. Balbuceé algunas excusas y ella ensayó algunos reproches. Vino a mi memoria que el libro me prometía el éxito si nos encontrábamos en aquel bar. Le dije con autoridad que era necesario que se acercara al bar. Ella siguió sin comprender, me dijo que esperaba una buena explicación cuando llegara. Luego cortó enojada.
  Al colgar, quise agradecerle al mozo, pero ya no estaba ahí. Me senté esperando a Mariel. Me preguntaba cómo sería el gran discurso que le daría, que finalizaría en una conversación romántica con beso y promesa de una nueva cita. Aun así, no intenté pensar ninguna excusa, me sentía como si hubiera comprado un boleto de lotería ganador el día después del sorteo.
  Mariel llegó y se sentó frente mío. Mi cara mostraba la sonrisa estúpida del que se sabe ganador. Mariel creyó que me estaba burlando. Comencé a decirle piropos, suponiendo que no debía preocuparme por explicar nada, después de todo el final ya estaba escrito. Ella me miró visiblemente enfurecida. En aquel momento quise explicarle que era el destino el que nos había llevado a ese bar. Que el futuro se veía hermoso para nosotros dos. Pero ella no quería explicaciones poéticas, quería explicaciones reales. Intenté buscarlas, pero no encontré ninguna. Entonces, le dije la verdad, que tenía un libro que relataba mi vida, y que me había indicado que debía citarla allí y no en el otro bar. Ese fue mi último error. Mariel se levantó bufando, dio media vuelta y se marchó sin dirigirme la palabra.
  Sentado en la mesa, miré alrededor como buscando a alguien a quien extenderle la queja de que el libro había fallado. Me encontraba desesperanzado. Ni siquiera atiné a intentar seguir a Mariel para ensayar otra respuesta. Quedé solo en la mesa del bar como esperando algún milagro que no sucedió. A la hora, comprendí que debía volver a casa.
  Al llegar, me dirigí como un automáta a la biblioteca. Tomé el libro en mis manos y busqué nuevamente el exitoso diálogo con Mariel. No lo encontré. Busqué páginas atrás la descripción de algunos de mis acontecimientos pasados, a medida que releía notaba que no eran tan parecidos a los que había vivido. Busqué el primer encuentro con Mariel, y vi que ya no se llamaba así, ahora su nombre era Elena. Busqué la charla con el mozo, y solo hallé un sueño con el demonio. El libro me había engañado.

  Un amigo vino a visitarme el siguiente día. Antes de que se vaya, corrí a la biblioteca y tomé dos libros al azar y uno a propósito. Se los di recomendándole que los leyera. Ojalá que nunca me los devuelva.

miércoles, 24 de octubre de 2012

La culpa

"¡El otro siempre tiene la culpa! ¡Eso, eso! exclamaron todos a coro.
El señor tiene razón: ¡la culpa de todo la tiene el otro!"
fragmento de un supuesto monólogo de Tato Bores

  La culpa es un tema enorme que quiero abordar desde un lado muy particular, ante la imposibilidad de hacerlo de manera general. En particular, quiero hablar de la culpa sobre hechos negativos, cómo suelen afrontarla las personas, y cómo creo que conviene hacerlo.
  Siempre traté de tener la misma postura con respecto a este tipo de culpa. Es una postura muy simple que dice lo siguiente: "si la culpa de algo es de otra persona, entonces no puedo hacer nada para cambiarlo. Por lo tanto, conviene que la culpa sea mía". Acepto que parece un poco masoquista, sin embargo, es una postura que ante todo busca el crecimiento individual.
  Culturalmente nos entrenan durante la vida para tratar de que la culpa sobre una determinada circunstancia negativa, nunca sea nuestra. Cuando pasa algo malo todo el mundo intenta buscar al culpable, que nunca es uno mismo. Se inventan miles de laberínticos motivos por los cuales la culpa queda totalmente fuera de nuestro ámbito.
  Es por esto que me gustaría proponer dos ideas que considero liberadoras.
  La primera, si bien tiene que ver con las críticas, considero que tiene una relación muy fuerte con la culpa. Después de todo, la crítica genera la culpa de que algo no esté bien hecho. Hecha esta aclaración, presento la idea: "solo se equivoca el que hace". Esto es muy importante para deshacernos de las miradas de aquellos que solo saben criticar. El que critica está siempre en una posición sumamente ventajosa sobre el criticado. Porque no importa qué hagamos, ni cómo lo hagamos, siempre, siempre, pero siempre, se puede hacer mejor. Siempre hay una arista criticable, o dos, o tres, o mil. Es imposible que hagamos algo perfecto. Mucha gente se ha dado cuenta de esto y ha decidido quedarse cómodamente sentada en el amplio sillón del "no hacer nada". Este sillón, como todo lo que es cómodo, no es más que una trampa para estancar a las voluntades débiles, que ven en el hecho de "no hacer nada" una ventaja fundamental: nunca serán criticados. Pero claro, si no hacen nada no pueden compararse al resto que sí hace. Es por eso que necesitan hacer algo que los equipare. Pasar a la acción es arriesgarse a la crítica. Pero criticar al resto para minimizar sus acciones, es seguro, y consiguen lo que quieren: equipararse con aquellos que sí hacen. Por este motivo, es muy importante ignorar a la gente que critica y que no hace nada. No ignorarla desde el punto de vista de no aceptar y evaluar la crítica, no. Ignorarla desde el punto de vista de no preocuparnos por estas críticas. De no alarmarnos por recibir críticas de cada cosa que hacemos. El Quijote lo supo poner en palabras muy simples: "ladran Sancho, señal que cabalgamos".
  La segunda está íntimamente relacionada con la humildad. Aceptemos que somos finitos y falibles todo el tiempo. Que nunca tendremos una idea perfecta, que nunca realizaremos una acción perfecta. Que todos los pasos que damos en la vida son perfectibles. Todos, absolutamente todos. Quitémonos el peso de tener que hacer las cosas bien, y aceptemos hacerlas lo mejor que podamos. Esto no quiere decir no esforzarse, no quiere decir no superarse, quiere decir, sencillamente, hacerlas a nuestra manera, con nuestras limitaciones, valorando nuestro esfuerzo por más que el resultado final diste de nuestros deseos. Recuerdo haber escuchado sobre un escritor que publicaba los libros para dejar de corregirlos. Este es un poco el espíritu de esta segunda idea, aprendamos a cerrar tareas aunque no nos queden perfectas. Una tarea hecha es siempre mejor que una tarea ausente. Una mejora pequeña es mejor que una mejora ausente. Algo es más que nada, por más que ese algo sea infinitesimal.
  Ahora cerremos este círculo. Inicié hablando de la culpa, y luego desvié hacia lo importante de no dejarnos avasallar por la crítica y lo importante de sabernos limitados. La culpa nace siempre de una de estas dos fuentes: darle demasiada importancia a la crítica, o bien, creer que pudimos haber hecho algo de mejor manera. No nos dejemos llevar por la verborragia ajena, ni por el peso propio de lo que pudo haber sido. Son dos trampas inconducentes que no nos aportan nada. Aprendamos a hacer, escuchar las críticas, tomarlas y mejorar. Aprendamos a no querer ser perfectos, a no querer, ni siquiera, ser buenos en algo. Eso no es importante. Lo importante no es las veces que caigamos, si no las veces que nos levantemos. El vencedor es el que se levanta una vez más de las que se cae, no el que no se cae. Y en última instancia, si vemos que ya no podemos levantarnos, por lo menos, quedémonos tranquilos de que hicimos algo por ser vencedores, y caímos por intentar. Esto siempre es mejor que no haber intentado nunca.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Nobleza perdedora

"La humildad es algo muy extraño. En el mismo momento
en que creemos tenerla, ya la hemos perdido." San Agustín

  Siempre me ha gustado mucho analizar las virtudes. Tienen algunos recovecos más que interesantes. Una de las cosas que más me llama la atención es que no se necesita ser exitoso para tener virtudes. El éxito y el virtuosismo corren carreras muy distintas, totalmente disjuntas. La prensa y el sentido común han querido que sea el éxito quien ocupe las primeras planas, y la virtud quedó relegada en las sombras. Uno podría suponer que esto es injusto, pero no me parece, la virtud se ennoblece en las sombras, y las luces muy brillantes prácticamente la eliminan.
  Siguiendo por este camino del pensamiento quería compartir unos ejemplos de lo que doy en llamar "nobleza perdedora". La nobleza perdedora es una actitud de espíritu competitivo, de dar todo de uno mismo a tal punto de alejar la probabilidad de resultar vencedores. Parece contradictorio, y sin embargo no lo es. Vayamos al primer ejemplo.
  Uno de los tenistas que más me gustaba mirar era al chileno Fernando González. Tenía un estilo de juego vertiginoso, basado en su potente juego de derecha. Casi todos sus tiros iban a máxima velocidad, y en varias ocasiones apuntaba a las líneas. Parecía que si no golpeaba fuerte la pelota, entonces el punto no valía dentro de su cabeza. Este estilo encierra una nobleza notable: él quería ganar los puntos, no depender de errores en su rival. Por querer jugar siempre tan a tope era un jugador tremendamente irregular. Podía llegar al final de un torneo, y al siguiente, perder en primera ronda. Claro, un estilo de juego tan al borde genera eso: un buen día sos el mejor, y un mal día perdés con cualquiera. Si analizamos el por qué de ese comportamiento deportivo, veremos que no nos queda más que elogiarlo por tratar siempre de dar lo mejor de sí, incluso aunque eso le cueste el partido.
  A mí el baseball no me gusta, o tal vez, no le di tiempo para que me gustara. Pero recuerdo en una película, un ejemplo de un beisbolista que cuadra perfecto en la "nobleza perdedora". Hagan memoria, la película es "Señales" con Mel Gibson. El actor que personificaba a su hermano, era un beisbolista fracasado porque simpre intentaba batear "home runs" (creo que se escribe así), siempre bateaba fuerte, nunca escatimaba potencia en el golpe. Daba todo de sí en pos de hacer una bateada perfecta, y por eso erraba muchísimas veces. Era "home run" o nada, prefería la derrota a la mediocridad. Este espíritu es sin dudas elogiable.
  Un último ejemplo, ahora en fútbol. Marcelo Bielsa. Entiendo que tal vez el mote de "perdedor" no es justo para él. Ha sacado campeón a mi equipo, Newell's Old Boys, a Velez, y ha ganando una medalla de oro con la selección Argentina de fútbol. Aún así, sus planteos estratégicos son un claro ejemplo de "nobleza perdedora". A Bielsa no le importa si está dirigiendo a un mal equipo contra un equipo super poderoso, él dirá que la única forma en la que sabe ganar un partido es atacando al rival. Entonces, desplegará a sus jugadores para que jueguen al ataque, para que sean protagonistas, incluso sabiendo que el rival lo va a poder lastimar con mayor facilidad. No importa, porque no sabe hacerlo de otra forma. Me permito no creerle a Don Marcelo, a mí me parece que él sabría colgar a sus once jugadores del travesaño o idear una estrategia defensiva para tratar de jugar de contra. Un hombre que vio mil y un videos de fútbol no puede ignorar este tipo de estrategias. Pero no quiere hacerlo, si va a ganar un partido va a ser siendo protagonista. Si va a ganar un campeonato, va a ser mereciéndolo. He allí el espíritu del deporte, la ética del deporte, la moral del deporte.
  Es claro que vivimos en un mundo conformista. En un mundo que trata de sacar el máximo beneficio con el menor costo posible y arriesgando lo menos posible. Invito pues, a que empecemos a manejarnos de otra manera. A tratar de hacer las cosas mejor, por el solo placer de hacerlas. Sin estar mirando continuamente qué es lo que estoy recibiendo a cambio. Porque ese es el espíritu detrás de la "nobleza perdedora", dar todo, absolutamente todo, sin esperar nada a cambio. Porque si el premio llega después de que lo dimos todo, sabremos que lo merecemos. Pero si viene después de haber especulado durante todo el camino, será un premio gris, un premio sin brillo. Y como bien adivinan aquellos que son capaces de jugarse el todo por el todo: más vale una derrota digna que una victoria mediocre.

lunes, 8 de octubre de 2012

El logro social


"Si he visto más que otros es porque estuve parado 
sobre el hombro de gigantes." Isaac Newton

  ¿Es justo considerar que el teléfono fue inventado por Graham Bell? ¿Está bien asociar el nombre de Edison con la invención de la lámpara incandescente? ¿Es correcto considerar que Einstein, por sí solo, dedujo la teoría de la relatividad? Seguramente sí. Ahora, ¿les damos a estas personas el justo valor que les corresponde por aquello que lograron? No lo creo. En estos tiempos de exitismo e individualismo, parece que nos hemos olvidado que el hombre vive en sociedad. Y que cualquier logro individual tiene un innegable origen social.
  Ninguna persona alcanza un objetivo por si sola. Todos hemos necesitado de la ayuda de nuestros pares para ir creciendo en cada uno de los aspectos de nuestra vida. Y los grandes nombres de la historia no son la excepción.
  Da la sensación de que si llegaste a "casi" inventar algo, no sos nadie, pero si tomaste una posta de larga data, y con una simple mejora alcanzaste a llegar a algo, entonces, sos todo.
  Es cierto que es imposible recordar todos los infinitos avances que ha hecho el hombre a través del tiempo. Entendiendo como avance incluso los errores que se cometieron. Pero también es injusto considerar un descubrimiento puntual como algo exclusivo del genio de un solo hombre.
  Tomemos el inventor que tomemos, antes de hacer su descubrimiento, fue ayudado por muchas personas que le enseñaron las ciencias necesarias para comenzar su proyecto. También, muchas personas, probablemente muchas más, le fueron dando un entorno favorable donde desarrollar un cierto tipo de personalidad. Una personalidad resistente a los fracasos (nadie inventó nada en el primer intento, ni en el segundo, ni en el décimo), de gran empuje y de convicciones firmes.
  Tampoco se puede ignorar que cualquier inventor se ha basado en teorías y ciencias que tienen años de historia y que le han provisto del cononcimiento necesario para poder dar un paso más. Esto lo dice con mucha más habilidad y méritos Newton en la frase que abre este post.
  Esto es aplicable a cualquier logro que haya hecho un ser humano. Detrás del logro, siempre encontraremos a una gran cantidad de personas que fueron absolutamente necesarias para alcanzarlo. Sin embargo, al momento de analizar el logro, dentro de nuestras cabezas queda asociado al nombre de una sola persona. Parece que olvidáramos todo lo demás. Y es así como cometemos un error: le asignamos a esa única persona un valor enorme y reducimos al máximo el valor del resto.
En este post inicio hablando de inventores y descubrimientos, sin embargo, todo esto que aquí expuse puede aplicarse también a logros mucho más "terrenales": conseguir un trabajo, terminar una carrera, formar una familia, etc. Es importante que entendamos que todos nuestros logros no serían posibles sin la ayuda de los que nos rodean. Es importante, porque es la base de la humildad. Y la humildad es un valor necesario para la vida en sociedad.
  Por eso, mi invitación en este caso, pasa porque empecemos a ver nuestros éxitos, como éxitos compartidos. Seamos agradecidos de todas aquellas personas que nos han apoyado de tantas maneras diferentes para llegar a ser quienes somos.
  Avancemos entre todos, que es de la única forma que vale la pena avanzar. El triunfo de uno se pierde en la inmensidad de nuestro mundo, pero cuando el triunfo es colectivo, entonces es nuestro mundo el que empieza a brillar un poco más. Y esa es nuestra tarea: hacer que nuestro mundo sea cada vez un poco más brillante.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Introducción a la matemática

  Es sabido que a muchas personas les suele complicar su vida escolar la materia que durante varios años es conocida como "matemática". Se pueden decir miles de cosas sobre por qué pasa esto, pero como no lo sé, quisiera enfocar en las que considero las principales características que hacen de la matemática una materia única e importante.
  Lo primero es la universalidad del lenguaje de la matemática. No deben haber palabras que signifiquen exactamente lo mismo en tantas culturas, en tantos países, como las palabras que nos ayudan a nombrar a los números naturales. La idea de "uno" o de "dos" o de "tres" es la misma en cualquier parte del planeta. Exactamente la misma. Incluso, si retrocediéramos en el tiempo, no veríamos modificaciones en el concepto en que la raza humana ha dado a los símbolos o palabras que representan a los números naturales.
  La segunda es la abstracción que permite la matemática. La matemática está definida en un mundo tan ideal, tan preciso, que cada paso que damos parece un paso seguro. Más allá de que hay complejidades matemáticas que aún no comprendemos, los pasos que vamos dando parecen terriblemente fijos. Creo que en esto ninguna ciencia se le parece. Otras ciencias de las llamadas "duras" han sufrido profundos cambios de paradigma, como la física, por ejemplo.
  Me detengo un poco más en la abstracción. La abstracción, además de permitirnos pasos seguros, nos permite utilizar los conocimientos obtenidos en este campo, para otros campos. Sabemos que la matemática está metida en varias ciencias y en toda ingeniería. Incluso, en algún punto, está metida también en las humanidades y las ciencias sociales. Esta versatilidad para inmiscuirse en todos los lugares lo da su nivel de abstracción, probablemente el nivel de abstracción más alto en toda la colección de conocimientos del hombre.
  La tercera, y acá quería llegar en verdad, la comprensión es más importante que la forma de resolución del problema. Me costó entender este concepto, pero un profesor de la universidad me ayudó bastante. Él decía que para calcular una derivada o una integral o lo que sea, había que hacer "cuentas de almacenero", lo decía para mostrarnos que la técnica utilizada para el cálculo no era el punto central de lo que nos quería enseñar. El punto central era que comprendamos qué significaban esas cuentas. Lo voy a escribir de otro modo: es más importante entender qué es una derivada a saber cómo calcularla. Esto, por supuesto, si uno no es profesor de matemática o físico o astrónomo. Estoy hablando desde la perspectiva de una persona que aprende matemática como parte de su itinerario escolar o académico, sin que esa materia en particular tenga un peso importante en su formación. Por ejemplo: un psicólogo.
  Estoy seguro que voy a volver sobre este tercer punto, así que por ahora, lo dejo acá. Esperando que algún curioso tome esta idea como propia y aprenda a ver la matemática desde una óptica un poco diferente. Aprendiendo las técnicas que nos enseñan, pero también, interpretando esos números y símbolos que al escribirlos sobre un papel parecen tan caóticos, y que en verdad, están llenos de magníficos significados. Significados que están por encima de lo que nos están tratando de enseñar. Esto, también está relacionado con el primer post, un papel lleno de cuentas y cálculos (incluso incorrectos) contiene señales que hay que ir aprendiendo a leer. Lo obvio, lo primero, lo visible, no suele ser lo importante. Lo trascendente no está a la vista. Hay que saber escarbar.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Apuesta

Tengo ganas de apostar a que puedo escribir un blog y no congelarlo en el tiempo.
Un blog sobre distintos temas, después de todo, no soy bueno en ningún tema en particular, pero me gusta opinar de todo en general. No pretendo volcar datos exactos ni exageradamente verificados. Pretendo volcar ideas, y las ideas no requieren de datos verificados. Se puede edificar una idea sobre una mentira absoluta, y aún así puede ser una buena idea. El pensamiento no necesita de la verdad.
En este camino, el primer problema que se me presentó es el del nombre del blog. Obviamente, ya hay muchos nombres tomados. Quería que el nombre fuera una sola palabra, de vago que soy nomás. Elegí "ergástula", una palabra que escuché por primera vez en un programa de Dolina donde hablaba de distintas torturas que se practicaban en la antigüedad. La ergástula, creo recordar, es como una celda que no es lo suficientemente alta como para quedarse parado, ni lo suficientemente ancha como para acostarse. No tiene rendijas, lo cual evita que el condenado pueda calcular los días que pasa dentro de ella. Las condenas duraban años enteros, y el prisionero no tenía contacto con nadie, ni con nada. Apenas con la poca comida que le tiraban por un hueco mínimo. De la ergástula solo se podía salir de dos maneras: muerto o loco. Tendrá entonces este blog escritos que no sean lo suficientemente altos, ni lo suficientemente anchos. No soy tan ambicioso como para creer que puedo inspirar la muerte o la locura, pero bueno, dejemos la metáfora incompleta y a cambio les presento mi segundo encuentro con la palabra ergástula. Se trata de un genial poema de Borges:

El porvenir es tan irrevocable
como el rígido ayer. No hay una cosa
que no sea una letra silenciosa
de la eterna escritura indescifrable
cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja
de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
es la senda futura y recorrida.
Nada nos dice adiós. Nada nos deja.
No te rindas. La ergástula es oscura,
la firme trama es de incesante hierro,
pero en algún recodo de tu encierro
puede haber un descuido, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha
pero en las grietas está Dios, que acecha.


Este poema condensa mi visión del universo. Creo que, de alguna manera, todo está escrito desde el principio, pero que el libro en donde está escrito, tiene letras borroneadas o páginas que faltan. Y es justamente ahí donde entramos nosotros y nuestro libre albedrío. Nunca sabemos si estamos transitando un pedazo de nuestra vida que está escrito en piedra o si transitamos por una página endeble que podemos modificar utilizando nuestra fuerza de voluntad. Tampoco importa mucho. Lo que si importa es caminar atentos, porque seguramente alrededor nuestro existirán signos que nos permitan distinguir unas páginas de otras.
Esta noche creí estar transitando una de estas páginas débiles donde tenía la opción de empezar un blog o no empezarlo. Decidí empezarlo, me pregunto si habré elegido bien...